¿Quién eres tú cuando nadie te está viendo?
La versión más sincera de ti vive en la sombra, lejos del ruido, donde no hay testigos ni exigencias. Y ahí es donde empieza todo.
✍️ Nota de autora:
Este texto no pretende darte respuestas. Solo una pregunta: ¿te atreves a mirar lo que hay detrás de lo que muestras? Yo sí. O al menos lo intento. Lo que encontré me dolió… pero también me salvó.
El silencio pesa más cuando todos tus mensajes llevan el “visto”. El aire en tu cuarto huele a rutina, como si el tiempo se hubiese quedado estancado entre los mismos muebles de siempre. Y, aun así, algo no encaja.
Hay un lugar donde nadie te aplaude, donde nadie espera nada de ti. Donde no hay ojos juzgando si fuiste amable, eficiente, bonita, coherente. Ese lugar es la sombra. No la oscuridad como castigo, sino la sombra como verdad. Ahí, donde te desprendes de los pendientes del día, del maquillaje emocional y de esas palabras cuidadosamente medidas para no sonar “demasiado”.
¿Quién eres tú cuando no te mira tu pareja, tu amiga, tu jefe, tu ex, tu terapeuta, tu Instagram?
¿Quién eres tú cuando cierras la puerta y te tiras en la cama, y no necesitas demostrar ni sostener nada?
A veces eres la que llora en silencio sin saber por qué.
A veces eres la que se ríe de un video estúpido con un nivel de honestidad que jamás compartes.
A veces comes rápido y con culpa.
A veces te hablas feo.
Te repites cosas que no le dirías ni a tu peor enemiga.
A veces te acaricias el alma como si fueras una niña asustada.
A veces te enojas con Dios.
A veces no quieres ser tú.
Y está bien. 💧
¿Te has sorprendido alguna vez haciendo algo que juraste nunca volverías a hacer… solo porque te sentías sola?
Recuerdo una madrugada en la que encendí la luz del baño, me miré al espejo con los ojos hinchados y mis propias palabras me sorprendieron:
“¿Por qué sigo aquí, sosteniendo todo esto en silencio?”
Fue el pulso más claro que he sentido: ese instante crudo en que reconocí mi propia presencia, sin pretensiones.
Porque en ese espacio crudo también vive lo más limpio de ti. Lo más puro.
Lo que no está programado. Lo que no está aprobado ni corregido.
Ahí vive tu verdadero deseo. Tu cansancio real. Tu necesidad oculta. Tu intuición. Tu silencio.
Ahí no haces chistes para aligerar tensiones.
Ahí no argumentas para no parecer débil.
Ahí no finges entender.
Ahí no convences a nadie de que ya superaste algo que todavía te duele.
Es fuerte admitirlo, pero cuando nadie nos ve, muchas veces nos tratamos peor que cualquiera.
Nos decimos cosas horribles. Nos mentimos. Nos escondemos.
Y otras veces —en medio de ese desastre— nos mostramos un amor que no habíamos sentido nunca.
Te agarras fuerte la muñeca, como diciéndote: “aquí estoy”.
Te acaricias la cara mientras piensas: “yo sé cuánto me cuesta”.
Te perdonas. Te vuelves a prometer que mañana lo vas a intentar otra vez. 🫶
Ahí, en ese rincón sin público, hay una versión de ti que nadie más ve.
Y tal vez esa versión no tiene el control, ni la estrategia perfecta, ni la respuesta.
Pero tiene lo único real: el pulso.
Tu pulso. Tu presencia. Tu dolor sin decorar. Tu ternura sin adornos.
Ese pulso no lo tiene nadie más.
La que aún así, incluso sin testigos, decide levantarse.
La que llora con dignidad.
La que se abraza como puede.
La que, aunque rota, sigue eligiendo sentir.
Y esa… esa eres tú de verdad. 💓
No se trata de que todos vean esa versión.
Se trata de que tú no la ignores. De que tú la veas, la cuides, la ames.
Porque es la única capaz de sostenerte cuando todo lo demás se cae.
Cuida esa versión tuya que nadie ve, porque es la que te sostendrá cuando los aplausos terminen.
Y recuerda: mereces un público que te admire, pero primero tú debes aprender a admirarte a ti misma.
A veces no estamos tristes. Solo estamos listas… para vernos de verdad. 🌙